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sábado, 9 de abril de 2016

Mesías y política. .



Han pasado 68 años desde que mataron a Gaitan, un hecho que marco la historia de nuestra patria e hizo evidente la crisis de legitimidad del Estado que promueve la persecución política de opositores enfatizando la importancia de facciones políticas contra la unidad nacional, una realidad que no ha cambiado mucho en la actualidad.

Al escribir esto me siento recitando la lección de historia que estando en bachillerato tenía que memorizar para aprobar el examen de sociales. Hoy debo reconocer que algo ha cambiado… Ha cambiado, en mí, la necesidad de significar este hecho como parte fundamental de nuestra historia y devenir. Difícilmente de adolescente le di importancia suficiente a ello.

Se dice que después del asesinato de Gaitán Bogotá se sumió en un caos colectivo: muertes, saqueos, incendios y derrumbamiento de edificios en la ciudad de Bogota (el famoso Bogotazo). El caos se propago rápidamente a todo el país generando una ola de violencia y desplazamiento masivo de la gente hacia las ciudades, fenómeno que se volvió cotidiano en nuestro país y que hoy se traduce en pobreza, desigualdad social, contaminación y más violencia, entre otro gran número de cosas feas (además de ser un gran negocio para algunos).


Incendio del tranvía en la Plaza de Bolívar, el 9 de abril de 1948. Álbum de José Vicente Ortega Ricaurte, Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá.



Algunos querían que tras la muerte de Gaitan se produjeran algunos cambios en la estructura de nuestro gobierno. Sin embargo, éstos cambios solo representan un ideal para el ciudadano de a pie cansado de la corrupción, inequidad e injusticia social.  En la historia que recuerdo del colegio, éste evento genero el incremento de tugurios y en todo el país, territorios poblados por mendigos en un panorama desolador que nos recuerda a la ciudad Gótica del viejo Batman (constantemente utilizada como metáfora de la Medellín actual)

Un grupo considerable de “los pobres de la época” conformaron la clase media, gran parte de los emigrantes y desplazados del campo se instauraron como el estrato bajo e indigente de las ciudades, sobreviviendo más que viviendo. los antiguos pobres aprendieron que al pertenecer a un partido político podían tener beneficios económicos directos de la ejecución de acciones públicas, sin importar que ello implicara la participación en una guerra de facciones que poco o nada tiene que ver con la legitimidad del estado y el fortalecimiento del mismo como garante de los procesos sociales, soberanos y democráticos (cosas que uno quiere creer).  

El bogotazo partió en dos la historia de nuestro país al representar la imagen mesiánica, presente en nuestra idiosincrasia y latente durante tantos siglos, configurando un hecho mítico que se convertiría en estandarte para futuras luchas.  

Hoy no sentimos con tanta fuerza la influencia del mito Gaitanista y la mayoría de los colombianos no referencian estos hechos como parte importante de nuestra historia, de hecho muchos no recuerda nada y solo pueden sumergirse en pantomimas televisivas que le ayuden a ignorar quienes son y qué pueden hacer en el mundo.  Para muchos lo de Gaitan fue una excusa tan eficiente como el florero de Llorente y por lo mismo es importante superar el relato y enfocarnos en el presente y el futuro de nuestra golpeada patria.

Más débil que el recuerdo de Gaitan, emblema nacional y figura de nuestro panteón colectivo, se ha estado marchitando la imagen de un pueblo enfurecido que reclama justicia y que si bien puede aparecer como una masa destructora (desorientada y colérica) que reclama un lugar para el sentir colectivo, el de la agonía del humilde, el obrero, el desarraigado, desplazado y victimizado que ha perdido a su mesías.

En la retórica oficial percibimos un lenguaje político que minimiza el sentir del pueblo señalando a los manifestantes como potenciales guerrilleros o revoltosos sin causa y animándonos a comprar otras imágenes mesiánicas que no nos permitan cuestionan nuestra realidad histórica.  


Hoy no tengo mucho tiempo para escribir y como una imagen dice más que mil palabras…

La piedad de Miguel Angel.

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En este asunto hay mucha tela por cortar.

viernes, 8 de abril de 2016

Superar el adultocentrismo





Cada mañana entran al salón expectantes, son embajadores de sus familias en un espacio que configura su realidad, la escuela. Están allí para aprender a relacionarse,  crear, jugar, transformar y empezar a construir la sociedad del mañana. Al menos eso nos gustaría pensar.

La indiferencia del adulto ante la realidad del niño en sus ambientes cotidianos, casa - escuela, llega a ser alarmante, hoy sabemos que la negligencia afecta el desarrollo positivo y genera situaciones como: baja autoestima, dificultades para la expresión de emociones y sentimientos, problemas del lenguaje,  estrés infantil,  riesgo de acoso escolar, riesgo de abuso sexual,  agresividad, bajo rendimiento escolar, problemas de aprendizaje e incluso se relaciona con problemas  asociados a la falta de atención e hiperactividad (pues genera síntomas similares).

La causa central de la negligencia en la crianza es el adultocentrismo, entendido este como la presencia una hegemonía en que las personas adultas ostentan el poder generando relaciones sociales asimétricas que desvirtúan la vivencia interna del niño presionándolo para adaptarse a los requerimientos del mundo adulto.

Desde la perspectiva del niño, no hay lógica en el desarrollo de las sociedades contemporáneas, con sus afanes confusos (Urbanismo, Procesos industriales, progreso tecnológico, auge de las redes Sociales, entre otras cosas).  Sin embargo, estos fenómenos configuran la realidad en que el niño está inmerso y moldean tanto su conducta como su forma de pensar y sentir.

Los adultos como punto de referencia para el niño y la escuela como representación cotidiana del estado introducen al niño en una doble vivencia, una interna y otra externa. Queriendo jugar pero teniendo que hacer la tarea, identificándose con sus padres pero asimilando el hecho de que éstos deben trabajar y no pueden disponer tiempo suficiente para jugar con ellos. Así el infante siente atacada su personalidad emergente en la que vincula el sentimiento de libertad y autenticidad del ser, además condiciona su posibilidad de expresión con exigencias adaptativas y aconductuamiento. Ello genera en la vivencia infantil un contraste que implica “ser” y “no ser” pero que el niño no cuenta con los recursos (dispositivos) para comprender suficientemente.

El descubrimiento consciente y responsable del mundo debe trascender a las lógicas del materialismo y egocentrismo presentes en el espíritu de nuestra época.  Para ello tenemos que validar la experiencia del niño en la sociedad y facilitar la construcción de dispositivos que permitan a cada niño saberse sujeto activo y transformador de realidades.

Personalmente, me gusta pensar que cuando trabajo con niños estoy combatiendo el adultocentrismo. El mundo de un niño es emocionante, su realidad está marcada de un heroísmo cotidiano en una tendencia psicodramatica autentica y natural. Al menos para mí, es muy gratificante participar de una  experiencia única con cada niño o niña que llegan a mi consulta.  Es allí que surge una imagen nueva del niño, no solo como receptor de influencias culturales sino como sujeto activo y trasformador. 

En psicoterapia infantil utilizamos diferentes técnicas y procedimientos que permiten la expresión autentica del niño para generar bienestar emocional y social, tanto al niño como a sus familias. Una de las herramientas que yo más utilizo es la caja de arena  porque facilita la expresión de emociones y sentimientos para identificar los aspectos conflictivos en la vida del niño.  

Si bien  la terapia infantil está dirigida a los niños, es muy importante la participación de todos los miembros de la familia, esencialmente  para que se refuerce y afiance lo positivo a la vez se hacen responsables de sus acciones mientras avanza el proceso  psicoterapéutico.

Los padres se sorprenden en las primeras sesiones de terapia al reconocer la influencia directa de las técnicas no verbales, puesto que en el precario desarrollo del lenguaje los niños no cuentan con las suficientes habilidades para nombrar su experiencia, para ello se utilizan técnicas que permiten la expresión de forma lúdica y dramática.


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Gracias por sus preguntas, mensajes y correos.