Cada familia ha sido dotada de maravillosas y pintorescas
particularidades que se van volviendo paisaje al interior de la misma pero que se
hacen más evidentes desde una mirada externa.
Con el actual encierro se pueden exacerbar tensiones por temas que comúnmente no tienen
mayor trascendencia en las relaciones familiares y de pareja, pero el
agotamiento que genera estar aislados va haciendo inmanejable la situación.
La vida psíquica difícilmente admite recetas universales por
lo que no pretendemos aplicar una fórmula
mágica para resolver todas las situaciones de familias tan particulares. Sin embargo hay varias claves importantes que
podemos tener presentes para mantener la armonía en nuestro hogar.
Lo primero es la aceptación del otro en sus particularidades,
porque con mucha frecuencia las expectativas que ponemos sobre nuestros
compañeros de vida se convierten en una carga muy ruidosa, impidiendo
reconocerlos y aceptarlos en su complejidad.
Luego debemos ser pacientes, ésta palabra viene del latín patiens
que significa sufrir y aguantar, quizás por ello la relacionamos con esperar y
buscar estar serenos mientras lo hacemos. Lo contrario es des-esperar, perder
la paciencia y de paso el control. Ser paciente tiene que ver con buscar alivio,
con encontrar un terapeuta que nos acompañe y con saber aguardar, a su vez aguardar viene del germánico Wardon – vigilar,
custodiar, proteger – para eso sirve un terapeuta, pero no es una actividad
exclusiva de éste gremio…. hay muchos que acompañan esos caminos.
Si logras ser paciente, encontraras el pleno equilibrio
entre habla y escuchar. Ello nos permite diferenciar entre el silenciamiento
obligado que surge en ejercicios de poder que pretenden un sometimiento, diferente del silencio
voluntario o silencio pedagógico, que
amorosamente escucha deseando comprender la realidad del otro. Históricamente hay grupos que han sido víctimas
de silenciamiento y la cultura ha privilegiado al que habla sobre el que
escucha; sin embargo quien sabe escuchar se hace dueño de un poder, el poder de ser
dueño de lo que se ha callado, ademas se tiene también el poder de hacer que el otro
se sienta escuchado, se sienta importante y pueda tramitar su sentirpensar en
la magia del encuentro. Quien escucha recibe y puede direccionar el contenido
de lo que está escuchando con el sutil encantamiento de la pregunta.
Entre los grupos que han sido víctimas de silenciamiento
destaco a los niños, que han sido víctimas históricamente del adultocentrismo y
han tenido que someter sus vidas al antojo de los adultos, sus caprichos
emocionales y sus estrechamientos/simplificaciones mentales e ideológicos.
Disponer espacio-tiempo para compartir, conversar y
disfrutar de actividades placenteras nos permite sobrellevar la crisis y nos
distancia de la irritabilidad que nos puede conducir al estrés y la ansiedad. Somos
criaturas del lenguaje y la producción de imágenes narrativas es el centro de
nuestra experiencia en el mundo, por ello es fundamental vigilar que tipo de imágenes
estamos poniendo en el escenario central de nuestras vidas.
La complicidad necesaria para una buena conversación está
relacionada con la mirada picara del niño en una travesura, la complicidad de
quien guarda un secreto o de quien nos ayuda a orquestar un plan para
materializar un proyecto íntimo. En familia nada es demasiado extraño y todas
las excentricidades tienen un lugar. Muy al respecto la imagen elegida para
acompañar esta publicación, pues la más extraña de las familias posibles muestra
las condiciones necesarias para sobrevivir a cualquier situación difícil: hay aceptación
del otro, comunicación asertiva, complicidad y compromiso.
Quizás por eso la acepción fundamental de compromiso es
promesa, pues nos recuerda el juramento fundamental que soporta los vínculos parentales,
el cuidado de si y del otro.
Bien sabemos que se avecina una crisis multilateral y todos
deseamos asegurar las condiciones básicas de seguridad y subsistencia para nuestras familias. Sin embargo,
no podemos pretender que lo haremos individual y egocéntricamente, somos
criaturas gregarias que resolvemos todo a partir de la participación en redes
de tejidos vivos…. Y nuestra red fundamental es la familia.
Por lo demás, estoy pensando que la crisis social y
económica que debemos afrontar este año se puede comprender como una crisis cultural y civilizatoria que
tiene su origen en el agotamiento de los modelos hegemónicos, pero no todo está
perdido… también hay una pandémia de esperanza.
Gracias por sus mensajes y comentarios.
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